ORIGENES DE
LOS CRISTIANISMOS
Efectivamente el cristianismo no
tiene un orígen sino varios y diferenciados según nos demuestra la
Investigación moderna. Podemos hablar de 12 o 14 cristianismos diferenciados en
los primeros tiempos, es decir en los siglos I y II. Pero entre esta amalgama,
se pueden distinguir tres grandes ramas, que son los Judeocristianos, los
Gnósticos, y por último los Paulinos, que finalmente resultan vencedores, y hoy
sus sucesores son la Iglesia romana, las Ortodoxas en general y la Protestante.
Pero hoy si que tenemos pequeñas Iglesias que tratan de ser fieles a las otras
dos grandes corrientes de los primeros siglos, que resultaron en el caso de la
gnóstica brutalmente perseguidas por la cristiandad vencedora. Por eso
iniciamos en la Hoja Diocesana de la Iglesia Reformada Liberal-Católica de
España un recorrido por el proceso de la constitución de los distintos
cristianismos, analizando paso a paso la verdad de cuanto sucedió, con total
libertad, y basándonos en los descubrimientos de la ciencia y los resultados de
la investigación independiente.
Como casi todo el mundo ya sabe,
Jesús no dejo nada por escrito, ésta es la base de partida de toda esta obra.
Otra cosa es que su predicación y sus acciones causaban, sin duda, una amplia
conmoción entre sus seguidores, pero al igual que otros rabinos de su época, su
enseñanza fue exclusivamente oral. Al morir legó a sus discípulos un amplio
patrimonio de dichos y sentencias morales, de interpretaciones de los textos
sagrados, destacadamente sobre la
Ley y los Profetas, y muchas acciones para recordar.
Luego sus seguidores estuvieron
convencidos de que había resucitado y que el Maestro vivía de nuevo
espiritualmente entre ellos, porque en
realidad estaba vivo y exaltado al igual que Henoc y Elías. Pero con su
ausencia física, su figura se engrandeció y se idealizó, y sus seguidores
comenzaron a pensar cuál había sido en verdad la importancia de su misión y de
su vida. Esto significa ni más ni menos que:
«los
discípulos repensaron, idealizaron y reinterpretaron la figura de su Maestro».
Ante esta premisa, se deja claro
que la muerte humillante de Jesús, junto al prodigio de su resurrección,
suponían que Dios lo había confirmado en su función de Mesías. Pero como no
había podido cumplir esta tarea en vida, tendría pronto que venir desde el
cielo para cumplirla. Esta concepción era difícil de asumir para algunos
judíos, y el que no creyera en ello sería tachado muy pronto, a finales del siglo
I de “anticristo”, es decir maestro falso, (1ª Carta de Juan 2,22). Por otra parte la resurrección de
Jesús había colocado a este de algún modo al lado de Dios en el cielo. El
Maestro estaba junto a Dios, y fuera como fuese, o se explicase, Jesús era divino
de alguna manera.
Luego los nazarenos o grupo judío
que sigue a Jesús, habían dado pasos en la dirección de su separación del
judaísmo: Jesús constituido Mesías-Jesús divino de algún modo. Pero se
preocuparon más de su comportamiento hasta la inmediata venida del Mesías-Jesús
en plenitud, que de explicar teológicamente a sus contemporáneos las novedosas
realidades.
Sin embargo en medio de la espera
a la segunda venida (la cual la esperaban en cuestión de unos pocos años), de
Jesús después de su resurrección, se dedicaron a reflexionar sobre su misión,
de explicarla a los demás judíos, y eso conllevó toda una amplia y rica
diversidad de interpretaciones.
Aquí esta el comienzo de todo,
aquí surgen las distintas tradiciones o escuelas, los distintos textos sagrados
o evangelios, las distintas comunidades o Iglesias, en definitiva las distintas
visiones del cristianismo.
Por eso no todo fue concordia en
la reinterpretación de la figura y mensaje de Jesús. Los Hechos de los Apóstoles
nos describen en el capítulo 6 cómo
pronto surgió una disensión fortísima en el grupo, nacida de una explicación
del legado del Maestro. Lucas nos dice que la disputa era sociológica, al
existir diferencias en el reparto de los subsidios económicos que la comunidad
otorgaba a los más desamparados, entre ella a las viudas, saliendo perdedores
los judíos de la diáspora llamados “helenistas”. Tengamos en cuenta que muchos
de éstos, se habían asentado en Jerusalén en espera del fin inmediato del
mundo, puesto que se decía que el Mesías aparecería en primer lugar en la Ciudad Santa y ellos deseaban
estar allí. Pero la verdad no nos la cuenta Lucas, y las razones de la disputa
eran teológicas. Esteban jefe de los
helenistas sostenía que el Templo estaba corrupto, y que sería sustituido por
otro nuevo, como decía Jesús (Mc 14, 58), y también Esteban decía que había que
entender la Ley de
Moisés de otra manera a la usual, porque en los momentos finales, los
gentiles piadosos de Jerusalén que no estaban circuncidados quizás pudieran
salvarse sin tener que cumplir con las normas de pureza prescritas en la norma
mosaica, difíciles de aceptar por los paganos aun con buena voluntad. Estas
ideas expresadas públicamente le costaron la vida a Esteban (Hch 7, 58), y el
resto de los judeocristianos fue dejado en paz, porque los seguidores de
Esteban eran críticos con el Templo y la
Ley , además de ser benévolos con los paganos, en cambio los
otros cristianos representaban la tendencia “hebrea” aceptada mejor por los
judíos, y no fueron expulsados de la ciudad.
Por tanto ya tenemos distintos
grupos cristianos, o lo que es lo mismo distintas incipientes Iglesias:
1.- Los cristianos judíos
puros, que decían que los paganos que se salvasen debían aceptar hacerse
judíos y cumplir todas las normas de la
Ley judía de siempre (Hch 15, 1-5)
2.- Los liderados por Pedro,
y después por Santiago, el hermano del Señor, opinaba que esos
gentiles podrían salvarse sin hacerse plenamente judíos, es decir sin
circuncidarse, ni cumplir toda la
Ley , pero si observar el Decálogo,
las normas llamadas “leyes de Noé”, entre las que destacaba no ingerir carne
sacrificada a los ídolos. Estos gentiles disfrutarían de una salvación de
segundo grado.
3.- Los no judíos, o paganos
que se unían al grupo. Y como ellos pensaban algunos “helenistas” dirigidos por compañeros y amigos de Esteban, y más
tarde por Pablo de Tarso, recién pasado a sus filas. Todos ellos decían que
solo se salvarían creyendo en Jesús, sin tener que aceptar la engorrosa Ley de
Moisés, y la pureza del culto.
Observamos que las divisiones
arrancan desde el principio, surgiendo distintas comunidades que son semilla de
las distintas Iglesias y cristianismos, donde todos son más o menos iguales,
ninguno es poseedor de la verdad, y ninguno se impone de momento.
LOS ÚLTIMOS TESTIGOS DE LAS
IGLESIAS DERROTADAS
Los Evangelios contienen sin duda
muchos datos históricos. Pero no se puede decir como afirma la teología
oficial, que son libros exclusivamente históricos, como si cada uno de los
hechos narrados hubiese ocurrido tal cual, eso no es cierto, y lo dejamos aquí
muy remarcado. No hay 4 o 5 evangelios realmente, sino 65. El problema de los
Evangelios Apócrifos que están escritos a partir del 130 o 140 d. C. se
presenta en su estudio y recuperación. Es decir que 120, 150, 300 o 400 años a
partir de la muerte de Jesús, nos encontramos con un elenco de textos que
sumados a los 4 oficiales, debemos estudiarlos para comprobar el grado de
historicidad que tienen todos ellos. Y por consiguiente la imagen de Jesús que
descubrimos fruto de este laborioso trabajo es bastante distinta a la que hasta
ahora nos han presentado los sermones de la Iglesia oficial. El contexto de los
Evangelios, no es una predicación a los judíos y a gente semiconvencida, es en
cambio una pelea por conseguir una cuota
de clientes dentro del mercado religioso del Imperio del siglo I. Si los
seguidores de Pablo de Tarso, no presentan a un Jesús con unos rasgos que no
son vendibles y atractivos, ¿cómo van a decir que la inmortalidad y la
salvación van a venir por un Mesías judío?, sobre todo teniendo en cuenta que
son enemigos del Imperio romano, que se han sublevado desde el año 66 d. C.
hasta el 70, produciendo una gran cantidad de muertos entre las tropas romanas
en aquel momento histórico de la predicación paulina. Por tanto Pablo y sus
seguidores no pueden vender un Mesías judío, que además todo el mundo romano de
entonces lo interpreta como político, ni tampoco se puede vender a un salvador
judío, que esta predicando el fin del mundo, por lo que todo esto lo dejaron a
un lado y presentaron a un Jesús totalmente edulcorado.
Estamos convencidos de que Jesús
es un líder religioso, su mensaje es exclusivamente religioso. Predica el Reino
de Dios que va a venir en el Israel de su época, entonces ¿cuál era la constitución de ese
Reino de Dios?, pues dentro de la Ley de Moisés, no cabe el imperio de
Tiberio, no cabe la ocupación de las tropas romanas ni Poncio Pilato, no caben
los mercaderes romanos ni griegos, no caben que los Sumos Sacerdotes manipulen
el Templo, no cabe que la casa de Dios (el Templo) en lugar de ser casa de
oración sea lugar de comercio. Evidentemente un mensaje religioso llevado al
extremo, en una sociedad donde religión y política se confunden, acaba
transformándose en mensaje político, pero los evangelistas niegan esto y dicen
que es simplemente condenado por blasfemo, e aquí una tergiversación histórica.
Cuando un individuo, pensamos que ha resucitado y que se ha convertido en
héroe, y ha subido a la derecha del Padre Dios, sin duda alguna, ese individuo
se idealiza. Por ejemplo ¿qué se dice del
Jesús revolucionario a partir de los años 70 por parte de los estudiosos?,
pues que Jesús elevó a las mujeres a una categoría excelsa, que Jesús rompió
los moldes de la religión judía, que Jesús quebrantó todas las costumbres de
sus correligionarios, simplemente curando a las mujeres, teniéndolas como
discípulas junto con otros discípulos, comiendo con prostitutas y con
pecadores, etc. Tenemos aquí un mito tremendo, porque si se analizan los textos
evangélicos resulta que solo tenemos uno
en Lucas 8, 3 donde se dice que 3 mujeres en concreto seguían a Jesús, pues
bien, a base de este texto se ha montado la historia de que Jesús comía con
prostitutas, y no existe ni un solo texto que lo diga.
LOS APOCRIFOS
Los Evangelios Apócrifos representan los últimos vestigios de
cristianismos que surgieron del grupo inicial. Apócrifo, es una palabra que deriva del griego apo-pepto que significa “cosa
escondida, oculta”. Con este término el cristianismo que sigue a Pablo,
designaba aquellos libros que había rechazado porque no le interesaban, hasta
el punto de organizar verdaderas persecuciones contra ellos y sus seguidores,
quemando todo texto que caía en sus manos, y mostrando una intolerancia desde
entonces injustificada, contra Comunidades cristianas que seguían otra visión
teológica distinta a la suya, y provocando el lógico ocultamiento de estos
libros sagrados para muchos.
Es necesario decir que, entre
aquellos cristianos de primera hora, se asoció estos textos con escritos cuyo
autor era desconocido o imaginado, y que desarrollaban temas que no estaban de
acuerdo con la pauta establecida por el cristianismo seguidor del repentino
converso de Tarso, aunque si es cierto, a pesar de ello eran presentados como
sagrados. Así entre las autoridades de aquella incipiente Iglesia, que trata de
imponerse sobre sus hermanas las otras Iglesias, el término apócrifo llegó a
significar “escrito sospechoso, escrito
no recomendable”. Para ello sacan a la luz un vocablo muy conocido por todos,
que fue la principal herramienta utilizada no solamente contra estos sagrados
textos, sino también contra aquellas Iglesias que los habían generado y que
constituyeron sus libros sagrados.
Ese vocablo es “hereje”, que como el sustantivo “herejía”
procede del griego haíresis, que en
el siglo I, si hablamos del mundo griego significa una escuela filosófica que
expresa ideas específicas sobre el universo, el hombre, la sociedad o la moral.
En cambio en el mundo judío una “herejía” era ante todo una secta, un
partido o una denominación de un grupo religioso, así los fariseos, saduceos,
esenios… formaban cada uno de ellos una haíresis y lo vemos en Hch.5, 17. por
tanto, haíresis no debería traducirse en este momento como herejía, so pena de
entender mal el vocablo. Así desde este presupuesto Pablo, el converso de
Tarso, se había cambiado simplemente de la haíresis de los fariseos a la
haíresis de los “nazarenos”. Poco a poco, hacia los años 60/70 del siglo I, el
grupo de los nazarenos se fue considerando
no ortodoxo, por desviarse de la norma de pensamiento farisea. Así el concepto
de “secta” más el de “herejía” aplicado a los cristianos desde el judaísmo
comenzó a perfilarse como “heterodoxia” peligrosa, que promovía rechazos y
convulsiones sociales Hch.24, 5 dentro de los judíos. Al respecto se pueden
aportar más citas: Hch.11, 26; 1ªCor.11,19; Gal.5, 20; 2ª Pe 2, 1.
Tras la muerte de los apóstoles, el período
intermedio posterior empieza a caracterizarse por 2 bloques diferenciados:
-
por una parte un grupo de Iglesias que vive en
armonía y que No utiliza el concepto de “hereje” evitando parecerse a los
judíos.
-
por otra parte se empieza a aglutinar otro grupo en torno al converso espontáneo de
Tarso, que si utiliza el termino de “hereje”, sin importarle que proviene del
judaísmo que les ha perseguido, para utilizarlo a su vez, y sin escrúpulo,
contra sus propios hermanos cristianos, es decir, contra las otras
Iglesias a las que intenta imponer su
visión particular del cristianismo.
A medida que el bloque de
Iglesias que siguen al “apóstol” de Tarso, unificándose, formando un corpus
institucional con una definida pirámide jerárquica, imitando al propio Imperio
Romano, se va forjando un dogma y también se convierte en custodia y propietaria
de una supuesta verdad, que trata afanosamente de poseer en absoluta
exclusividad. Pero a medida que este proceso avanza también esta Iglesia que no
solo imita al Imperio sino también al judaísmo, decide desde muy pronto
perseguir a sus hermanas las Iglesias libres, es decir a las otras tradiciones
cristianas tan antiguas o incluso más antiguas que ella (Mc 9, 38-40).
Sin embargo las otras
cristiandades, que andaban desperdigadas en el heterogéneo mundo antiguo,
deseaban ansiosamente no imitar ni a los
judíos, ni al Imperio como los paulinistas, sino saber cosas nuevas relativas a la persona de Cristo, su vida y su mensaje,
y además en su propia lengua. Poco a poco una serie de relatos de tradición
oral fue constituyendo un acervo
primitivo enriquecido y diversificado al pasar de boca en boca y de región en
región, hasta que finalmente cristalizó
en la prolífica literatura apócrifa, amparada con los nombres de quienes
fueron testigos de la vida de Jesús: Felipe, Tomás, María Magdalena, Santiago,
Juan, Pedro, etc. A esto se agregó innumerables versiones “mistéricas” de la
vida de Jesús. Pero lo más sorprendente es que escritores de la tradición
paulinista para defender algún dogma de la Iglesia dominante entretejieron ciertos relatos
evangélicos, que aunque estuviesen oficialmente rechazados por ellos mismos, en
cambio al ofrecer historias cargadas de belleza evangélica, no les importó
presentarlos como inspirados por Dios.
En definitiva la
Iglesia paulina acudía a los Apócrifos cuando le interesaba,
aunque esto fuese una contradicción con sus propios postulados sobre su verdad
y dogma.
Nosotros creemos demostrada por
la investigación sobre el Jesús histórico, que este no pretendió en ningún
momento fundar religión nueva alguna. El movimiento cristiano, la teología
cristiana, el cristianismo en suma, nace precisamente como interpretación de
Jesús, su doctrina y su figura, pero no, como una fundación de este. Por eso
recordamos el dicho de Julius Wellhausen:
“Jesús fue un judío, no un cristiano”,
de
tal manera que la teología propiamente cristiana solo comienza después de
Jesús. También seguimos a grandes investigadores como José Monserrat Torrents,
Antonio Piñero, Francisco García Bazán o Stephan
A. Hoeller.
Hay que pensar que el
cristianismo primitivo fue tan complejo y variado desde sus inicios, que no
constituyó una realidad estática, sino dinámica. Se formó a la vez que iba él
mismo desarrollándose, en una síntesis nueva de ideas religiosas heredadas de
Jesús, del judaísmo contemporáneo, las suyas propias y también concepciones
interesantes del entorno.
Por tanto el movimiento cristiano
fue siempre complejo e incluso contradictorio. No hubo, ni pudo haberlo, un
único fundador del cristianismo que lo pusiera en funcionamiento, sino que
durante el siglo I y aun más tarde, fue un proceso en marcha. Podemos afirmar
que Jesús en todo caso es el primer y genérico impulsor del cristianismo, pero
No su fundador. Así la multiplicidad de fundadores nos presupone la variedad de
los cristianismos. Por tanto el cristianismo no es la religión de Jesús, sino
una reflexión sobre la religión de éste, sobre su figura y su misión. Jesús era
el predicador de la inminente venida del Reino de Dios; por el contrario, en el
cristianismo, la figura de Jesús y no la del Reino pasa a ocupar el puesto
central.
Y ahora para terminar citamos a Rudolf Bultman, otro gran teólogo que dijo
esta frase para la reflexión:
“Jesús
pasa de proclamar el Reino de Dios a ser objeto de la proclamación cristiana”